Ir al contenido principal

Duodécima entrada

Colchón viejo y firme, incómodo como ningún otro, te odio. Te odio por tu terquedad que lastima mi descanso, lo vuelves tan insoportable que todas las noches añoro cualquier habitación de hotel con almohadas de malvavisco. Eres despreciable, completamente despreciable. Te esculpo, insulto, pateo, pellizco, me pedorreo sobre ti y no lo notas; sigues tan indiferente reposando sobre tu base de madera que me das asco. ¡Ódiame como yo a ti!

Tus sábanas y cobijas de fan de superhéroes te hacen ver tan ridículo, tu crujir por querer ocupar más volumen es desesperante, tu olor corriente no ayuda en nada a mejorar tu aspecto, sólo eres un estúpido objeto inanimado más.

Me conoces tan bien, más que ningún otro cuerpo con masa que exista, que incluso con toda tu inmundicia, necesito que te quedes. Sin importar que el día me haya pasado encima abrumando mis pensamientos sigues ahí sobre tu base de madera, tan indiferente reposando sobre ésta que me das ternura.

Dispensa mi inmadurez. Dispensa mi cefalea that drives me mad with the world. Dispénsame y deja que vuelva a dormir sobre ti, contigo, una noche más.

Comentarios