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Divagación 10:55

«No abras los ojos. No, Marina, ni se te ocurra».

Intento calmar mi respiración. Estoy acostada boca arriba sobre la cama. El edredón ya no me cubre el cuerpo, seguro lo habré pateado mientras corría para escapar. Corrección: mientras soñaba que corría para escapar.

Soñé que despertaba. Qué irónico. Había un ruido tétrico que venía del interior del armario. Insistió lo suficiente para mi curiosidad y ésta hizo que me levantara. A veces la odio. Al momento que arrastraba los pies fuera de mi cama, me pareció que todo se hacía más grande, ¿o yo más pequeña? No hay diferencia. Me entró miedo y me detuve. Voltee a ver la cama. Tenía el tamaño de un autobús. Quise regresar a ella, esconderme entre las cobijas, protegerme con ellas, pero con cada paso se alejaba más.

Pelotas titánicas de colores, como las que salen en los comerciales del gobierno de la tv, aparecieron de las esquinas superiores, rebotando por todo el cuarto. Sentí mis ojos salirse de sus cuencos cuando me hacía a un lado para evitar a una de las gigantes.

Corría en círculos, brincando y manteniendo los ojos en su lugar.

Al final una de las descomunales me aplastó el brazo derecho. Éste se separo de mi cuerpo y, en lugar de sangre, vi brotar bolitas de algodón, de ese nuevo agujero, que cundían alrededor.

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