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Mindless

Las gotas restantes de la llovizna de anoche se perseguían por la ventana. La alarma comenzaba su son, como todas las mañanas, aunque esta vez no había nadie para escucharla. Mis padres terminaron por desesperarse de la alarma e irrumpieron en mi cuarto con cierta molestia, que inmediatamente fue retirada de sus mentes al encontrar la ausencia de mi cuerpo en la cama. Buscaron por toda la casa y alrededor, llamaron a primos, tíos y amigos con esperanza de poder encontrarme. Sin resultados. Nadie sabía dónde pude haber ido.

En la escuela no todos se veían interesados, por supuesto. Los maestros se veían despreocupados dando su clase, como cualquier otro día, sin dar mayor importancia que mis padres habían llamado esa mañana para anunciar mi desaparición. Tomaban asistencia y se sentaban a dar la clase; esperaban, decían, que me encontraran pronto. Nada más. Los directivos tampoco parecían anhelar demasiado mi aparición, ya que esto aumentaba la fama de la escuela y daba nuevas historias que podían propagar los alumnos.

Por su parte, mis amigos parecían tener su propia investigación del caso. Los más viejos analizaban los posibles lugares que había mencionado desde hacía ya mucho tiempo, pero sabían que no podía haber ido lejos, siendo que mis pertenencias estaban en mi casa. Los que había conocido recientemente ayudaban recaudando información de la última vez que me habían visto o hablado conmigo. Igualmente sin resultados. Nadie sabía más allá que un último mensaje enviado a las 23:47 exactamente.

Dentro del tiempo de mi ausencia, en la escuela, muchos alumnos también gozaron de la falta de una cara burlona en el salón de clases o una voz que estuviera cantando todo el rato, aunque no supiera cómo hacerlo. Hubo quienes incluso festejaban interiormente a causa de mi desaparición: Alumnos, maestros, directivos, familiares también. A pesar de que en el fondo la consciencia doliera, sabía bien el momento.

Al caer la tarde era evidente que no todos pudieran continuar con la búsqueda; las tareas y los trabajos impedían muchas cosas dentro de la búsqueda. Amigos en peligro de perder el semestre o trabajos,  al igual que algunos familiares. Algunos decidieron quedarse pese a sus consecuencias, otros decidieron retirarse aunque ciertamente preocupados por las incógnitas del caso.

Una vez caída la noche la locura reinaba en la familia nuclear; el estrés de la falta del hijo perdido consumía las mentes de mis padres y un susto gigantesco a mi hermana. Por parte de mis amigos más cercanos no era distinta la historia. Tanto a algunos les reinaba la angustia, como a otros les llenaba el gozo no tenerme cerca por un buen tiempo. Lo seguro era que nadie sabía aún la causa de su felicidad o melancolía.

En cuanto a mi parte, también me agradaría mencionar qué era lo que ocurría; el problema era que tampoco tenía idea. Recuerdo haber despertado, como todas las mañanas, en mi cama, pero sin sentimiento alguno de mis extremidades. Intenté moverme para apagar la alarma de todas las mañanas y no dio resultado. No parecía tener contacto alguno con mis alrededores. Incluso cuando entraron mis padres intenté hablarles y de mi boca no salió ningún sonido. Juraba estar presente en los hechos aunque no fuera así del todo.

Me trasladé hasta la escuela esa misma mañana. Al igual que mis padres, me mostré asustado y confundido ante el edificio de la escuela. Los guardias tampoco me escuchaban y una apertura entre un par de tubos en los torniquetes daba un paso perfecto. Y desde dentro del edificio contemplé todo lo previamente contemplado, al igual que al escuchar las charlas por teléfono de mis padres que hacían con mis familiares.

No sabía cómo había llegado ahí y mucho menos cómo salir. Era una especie de espectro en un mundo donde no tenía poder alguno para interactuar con él. Tenía que salir, pero no tenía idea de cómo hacerlo. La vida me había dado la oportunidad de probar una de las grandes cuestiones que siempre había tenido: Presenciar un día sin mí. Para mi suerte, en una de las llamadas de mis padres, la interferencia gobernó por un momento donde finalmente pude transmitir una señal. Aunque no encontraba explicaciones, había entendido que no era un espectro, sino que era energía.

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