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Una más salida del horno

—Bueno por lo menos ya sabes la verdad ¿no?
—Pues sí, pero sigo sintiendo lo mismo por ella... Nada ha cambiado. 
¡Tranquilo! Hay más peces en el mar. 
—Esa frase no aplica en este caso. Como ella jamás habrá dos; está en peligro de extinción. 
—Uy, sí. Cómo no. ¿Qué tiene ella que no tengan las demás? 
—Carisma, personalidad. Ella tiene una ternura tan hermosa, sus ojos me atrapan hasta dejarme sin aliento, así sea solo en fotos... Su recuerdo me quita el sueño todas las noches. Para mí es una guerrera; cambió corona por armadura. Y ahora no duda en defender lo que es suyo.
—Pero... No le gustas. 
—No, no es eso, sino que la han lastimado demasiado y no desea enamorarse por ahora.
—¿Piensas seguirle insistiendo? 
—No. No quiero arruinar lo que logró construir en años por mí. Nadie la llegará a cuidar como yo lo haría. Pero sé que ella cuidará de sí misma porque sé lo que puede llegar a ser.
—Wow. Como la pintas ella es casi una diosa. 
—No es un «casi», ¡es toda una diosa! 
—No te puedes clavar tanto con ella te va a hacer mal. 
—No importa. Si así fuera sería el mal más hermoso de todo el universo. 
—Ay, muchacho, me consterna verte así. Si todo lo que dices es cierto, no me imagino cuánto puedes llegar a dar por ella. 
—La vida. 
—Y si así fuera, ¿qué sería lo último que le dirías? 
—Enséñame a quererte.

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