Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de mayo, 2017

Cuack, cuack

Ella en un banca. El estanque de patitos enfrente. El aire rozando sus caireles. Quién lo diría, ahora derrama gotitas saladas de alegría. Aquí fue, aquí ocurrió. El Señor no se la llevó. Pero sí recogió todas las promesas de su amor, las guardó en una cajita, adornada con un moñito azul delicadamente anudado y la depositó con cuidado en el fondo de uno de los botes de basura que el municipio se encarga de vaciar cada dos días. Ella camina, mira al cielo, ve pasar un avión y se desploma.

Salto fallido

Recupera el aliento y, con la vista hacia abajo, ve caer la primera gota. Luego otra, luego otra. «Qué gracioso», piensa él y comienza a carcajearse. Prepara el metacarpo de su mano izquierda y lo pasa rozando sus labios ensangrentados. La carcajada se escucha hasta la banca donde descansaba, llama mi atención y también carcajeo. Él ríe orgulloso y yo de su inocencia y torpeza.

Es inútil huir de ti

El agua fluía incesante mientras ella observaba desde la ventana. O ella observaba desde la ventana mientras el agua fluía incesante. Fluía con fuerza, chocando contra las piedras con tal energía que éstas gritaban, se quejaban aullando como si fuera cesio-137 el que corrompiese su estructura molecular. De un solo tiro, de una sola palabra, decenas de esperanzas fueron destruidas. Y el agua incesante. Y ella observando desde la ventana, salta.

a mí no me llovía

Corrí detrás de su silueta. Su cabello brincaba sobre su cabeza y movía los brazos frenéticamente. Yo la seguía con fervor. Ella, sin siquiera voltear, notó el aumento de intensidad en mi búsqueda y aprovechó unos arbustos y coló entre ellos. Varias ramas se atoraron en mi playera, mi pantalón y mis calcetines. Sin embargo, rasguñado y hecho jirones continué tras ella. A la distancia aún distinguía las rayas de su playera, sus pantalones bien apretados y sus inherentes botas cortas. Apresuré el paso al momento en que vi que se detenía. Había llegado al lindero entre el bosquecillo y el lago que apenas había notado. Pasmada, levantó las manos. -Déjame en paz, por favor. Llévate la bolsa. Entonces volteó. Pero no era ella. Me volví loco. Volví a dejar de ser yo. Y me abalancé sobre la chica.