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Vigésima primera entrada

Juego de niños

Hoy fue a verme a la salida, así como en días anteriores. No corrí a besarle. Di un suspiro antes de caminar sin ganas hacia él. Saqué el celular usándolo de pretexto para evitarlo. Tan yo. Él estaba de pie viéndome, tan serio, que yo quería llorar y correr a sus brazos. Sentimientos encontrados en cinco segundos. No quería verlo. No quería llorar mares.

—Hola.
—Hola.

Curioso es que antes todo iba acompañado de un «amor» o un «cariño». Ahora el saludo ha quedado al igual que mi corazón: solo y flotando.

Esperó a que llegaran por mí. Me preguntó sobre mi día y le contesté afirmando con la cabeza. Me reproché a mí misma lo cortante de mi respuesta así que conecté mi mirada con la suya. Él tenía esos ojos que contienen la tinta con la que escribía mi historia junto a él. Le ruego a Dios que me ayude a no llorar.

—¿Quieres un beso?

Oh cariño, no quiero, ¡lo deseo!

Tomó mi cara como solía hacerlo siempre. Dios, por favor, no permitas que una lágrima salga ahora, no es el momento.

Cuando dejamos de respirar el aire del otro, yo sólo pude mirar el suelo. Seguimos con el juego de niños. Llegó el momento de alivio y de dolor en el que me fui y él también. 
Agradecimientos especiales a una joven, que prefiere mantenerse anónima, por la edición de esta entrada.

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