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a mí no me llovía

Corrí detrás de su silueta. Su cabello brincaba sobre su cabeza y movía los brazos frenéticamente. Yo la seguía con fervor. Ella, sin siquiera voltear, notó el aumento de intensidad en mi búsqueda y aprovechó unos arbustos y coló entre ellos. Varias ramas se atoraron en mi playera, mi pantalón y mis calcetines. Sin embargo, rasguñado y hecho jirones continué tras ella. A la distancia aún distinguía las rayas de su playera, sus pantalones bien apretados y sus inherentes botas cortas.

Apresuré el paso al momento en que vi que se detenía. Había llegado al lindero entre el bosquecillo y el lago que apenas había notado. Pasmada, levantó las manos.

-Déjame en paz, por favor. Llévate la bolsa.

Entonces volteó. Pero no era ella. Me volví loco. Volví a dejar de ser yo. Y me abalancé sobre la chica.

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