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Cuack, cuack

Ella en un banca. El estanque de patitos enfrente. El aire rozando sus caireles. Quién lo diría, ahora derrama gotitas saladas de alegría. Aquí fue, aquí ocurrió. El Señor no se la llevó. Pero sí recogió todas las promesas de su amor, las guardó en una cajita, adornada con un moñito azul delicadamente anudado y la depositó con cuidado en el fondo de uno de los botes de basura que el municipio se encarga de vaciar cada dos días.

Ella camina, mira al cielo, ve pasar un avión y se desploma.

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