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Yo en el centro de la ciudad

Las luces de las plantas altas de los rascacielos de la ciudad se desvanecen al rabillo del ojo a la misma velocidad que rodeo una y otra vez la punta de la Gran Torre, una antena parabólica de 50 metros de diámetro.

El sudor en mis axilas es ácido. Gotea sobre mis tenis. Los va deshaciendo de a poquito, hasta que puedo ver los dedos de mis pies hacer el esfuerzo para seguir avanzando. Continúo.

Al final, una gotita cae debajo de la uña del pulgar izquierdo, grito y, gracias a la antena, se potencia y los edificios alrededor caen.

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